Esta escena de amor típica y rara,
en un campo tupido de algodón,
un ratito después de la oración
sucedió en la hacienda Santa Clara.
El galán del idilio, era un lambido,
un cholo condenau, facineroso,
(Explícase el final asaz curioso
ya con estos detalles advertido).
La dama, una chola apetitosa,
de reojo miraba aparentando
desdeñar al galán; pero escarbando
el suelo con el pie la muy mañosa.
(…)
Así empieza don Augusto Feijó Sánchez su piuranísimo poema “El cabe” [1]. En él relata el encuentro amoroso y furtivo de una pareja de campesinos en la campiña de la hacienda Santa Clara. (Sullana?). Al leer el tercer párrafo de este poema, me vino a la memoria las clases de Tondero que en el año 1984 nos daba la maestra Adela Ahón Holguín [2] en la Asociación Cultural Aires Norteños. Al iniciar los compases del Tondero, entre sus primeros pasos, figuraba uno de aplicaciòn para la dama, en la cual, descalza, flexionando levemente su pierna izquierda, adelantaba su pie derecho y haciendo el ademán de cavar un hoyuelo en el suelo con el dedo de su pie; balanceaba cadenciosamente sus caderas, echando una mirada burlona y desafiante a su pareja, abundando con el pañuelo su gesto de lùdico desafìo. A esa figura llamaba Hoyito.
en un campo tupido de algodón,
un ratito después de la oración
sucedió en la hacienda Santa Clara.
El galán del idilio, era un lambido,
un cholo condenau, facineroso,
(Explícase el final asaz curioso
ya con estos detalles advertido).
La dama, una chola apetitosa,
de reojo miraba aparentando
desdeñar al galán; pero escarbando
el suelo con el pie la muy mañosa.
(…)
Así empieza don Augusto Feijó Sánchez su piuranísimo poema “El cabe” [1]. En él relata el encuentro amoroso y furtivo de una pareja de campesinos en la campiña de la hacienda Santa Clara. (Sullana?). Al leer el tercer párrafo de este poema, me vino a la memoria las clases de Tondero que en el año 1984 nos daba la maestra Adela Ahón Holguín [2] en la Asociación Cultural Aires Norteños. Al iniciar los compases del Tondero, entre sus primeros pasos, figuraba uno de aplicaciòn para la dama, en la cual, descalza, flexionando levemente su pierna izquierda, adelantaba su pie derecho y haciendo el ademán de cavar un hoyuelo en el suelo con el dedo de su pie; balanceaba cadenciosamente sus caderas, echando una mirada burlona y desafiante a su pareja, abundando con el pañuelo su gesto de lùdico desafìo. A esa figura llamaba Hoyito.
“La cova: Era la acción de covar con el dedo gordo del pie un hoyo en la tierra por parte de la mujer, y muchas veces este movimiento le daba un cimbreo a la cadera con una síncopa muy especial, (…) es tradicional y costumbre el de comunicarse de esta manera en el norte.
Se hacía en la introducción del canto, mientras el varón muchas veces erguido y otras veces inclinado, en acción de observar a la mujer ofrecía con su pañuelo al público su participación al reto ofrecido…”
Agregan los mencionados autores que, al iniciar el canto, la pareja muda de ubicación describiendo un recorrido circunferencial y cuando el varón llega al extremo aquél donde la dama cavó el hoyo “enterraba el hoyo o lo tapaba con movimientos de talón”.
“En la campiña de Chincha es costumbre que el cholo haga huecos, con el dedo gordo del pie, mientras conversa de asuntos indiferentes. A cada hueco terminado, la chola –con el pie también- le avienta tierra hasta llenarlo, señal de que aún no está soliviantada.
Si después de algún tiempo de este juego de abre y llena, la chola deja de tapar el hueco, el cholo no espera más…”[4]
[1] FEIJO SANCHEZ, Augusto. El Cabe, en Versos del P. Lau. Lima, Em. Tip. Salas e Hijos S.A., 1956, p. 9,10.
[2] Ver Blog, publicado por el autor de este artículo:
[3] REYNAGA DE FERNANDEZ, Zelmira y FERNANDEZ REYNAGA, José Luis. Ensayo sobre la evolución, historia, etimología y área de influencia del Tondero (separata 1985); publicado en QUILLAMA POLO, Elena L. El Tondero como expresión folklórica y artística del Perú, Lima, Lluvia Editores, 1990.
[4] CAMINO CALDERON, Enrique. Diccionario Folklórico del Perú. Lima, CIP, 1942, p. 83.
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